Cuando el juego y las sustancias se encuentran

Apostar puede parecer, al principio, una simple forma de entretenimiento: una manera de distraerse, sentir emoción o incluso soñar con un golpe de suerte. Pero, cuando el juego deja de ser un pasatiempo y se convierte en una necesidad, hablamos de ludopatía, una enfermedad del control de los impulsos que afecta la mente, las emociones y las relaciones personales.

Lo que muchos desconocen es que la ludopatía con frecuencia camina de la mano con el consumo de sustancias como la cocaína, el alcohol o la marihuana, entre otros. Juntas, crean una combinación peligrosa que atrapan a la persona en un ciclo sin fin de euforia, pérdida y culpa.

El mismo cerebro, la misma trampa

Tanto el juego como las drogas activan el circuito de recompensa en el cerebro. Son esos mecanismos que nos hacen sentir placer, entusiasmo o alivio momentáneo. Cuando alguien apuesta, la dopamina, que es una sustancia relacionada con la sensación de placer, se libera; igual que cuando se consume una sustancia psicoactiva. Esa mezcla de excitación, adrenalina y expectativa se convierte en algo adictivo con el pasar del tiempo.

La cocaína, por ejemplo, puede aumentar la energía y la impulsividad, lo que lleva a tomar decisiones arriesgadas y apostar sin pensar. Luego, cuando llega la pérdida, el malestar o la culpa, la persona puede volver a consumir para “anestesiar” el dolor. Así, una adicción alimenta a la otra.

La ilusión del control

Quien padece ludopatía o consume sustancias suele creer que puede detenerse “ en cualquier momento» o «cuando quiera”. Pero la realidad es distinta: el cerebro se acostumbra a esa montaña rusa emocional y pide más.

Lo que comenzó como una distracción se convierte en una necesidad. Ya no se juega por placer ni se consume por diversión, sino para evitar el vacío, la ansiedad o la tristeza. Es un intento desesperado por recuperar una sensación de control que, en realidad, se ha perdido.

Detrás del juego y del consumo: el dolor que no se ve

Muchas personas con adicción a sustancias o conductas adictivas han vivido momentos de soledad, estrés o pérdida. A veces el juego o las drogas aparecen como refugios temporales ante una vida que duele.

Buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía. Significa reconocer que el sufrimiento necesita ser atendido de una forma más sana, y que hay otras formas de encontrar alivio y sentido.

Salir del ciclo: apostar por la vida

La recuperación comienza cuando la persona es sincera consigo misma. Deja de culparse por su situación, por su pasado y empieza un camino de entendimiento de que lo que tiene es una enfermedad, que afecta el cerebro y que a pesar de que no tiene cura, puede tratarse y controlarse.

El tratamiento combina apoyo psicológico, acompañamiento médico especializado y, sobre todo, un entorno que escuche sin juzgar.

Un mensaje final:

Romper el silencio, hablar de lo que duele y pedir ayuda son los primeros pasos para salir de ese círculo que parece interminable.

El juego y las drogas prometen emociones intensas, pero roban lo más valioso: la libertad.

Recuperarse es posible, y cada historia de superación demuestra que siempre hay una segunda oportunidad para volver a apostar, esta vez, por uno mismo.

 

 

Dra. Tuñón/Chow

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