Los supuestos “vicios”

Más allá de un mal hábito

Cuando hablamos de los supuestos “vicios”, la mayoría de las personas piensan en fumar, tomar alcohol, consumir drogas, incluso conductas como apostar o ver las redes sociales constantemente. En el lenguaje cotidiano, se suele usar la palabra “vicio” para referirse a un mal hábito dañino o difícil de dejar / manejar. Sin embargo, esta visión simplifica demasiado un fenómeno complejo; así que nos planteamos la siguiente pregunta:

¿Qué es realmente un “vicio”?

La palabra “vicio” proviene del latín vitium, que significa defecto o falla. En nuestra cultura, se ha asociado a las conductas repetitivas que dañan la salud, la economía o las relaciones. Sin embargo, desde la Medicina y la Psiquiatría no hablamos de “vicios”, sino de adicciones.

Y es que una adicción no es simplemente “querer seguir haciéndolo”, sino una enfermedad del cerebro, neurobiológicamente determinada, con características muy complejas, en donde se produce una serie de alteraciones a nivel de algunos circuitos interneuronales, como por ejemplo, el circuito de recompensa, y se afecta la zona del control de los impulsos, hay una conducta de búsqueda constante de placer o motivado a aliviar alguna sintomatología y de conductas repetitivas, a pesar de las repercusiones negativas.

La normalización en la sociedad

Muchas veces, lo que llamamos “vicio” está socialmente aceptado:

  • El alcohol se asocia con fiestas, celebraciones o negocios.
  • El tabaco por años fue símbolo de estatus y elegancia.
  • El juego se presenta como entretenimiento inofensivo.

Esta normalización hace que el inicio del consumo parezca “inocente” o “natural”, pero en algunas personas desencadena un proceso de adicción.

Una mirada desde la perspectiva cultural

Cada cultura interpreta los supuestos “vicios” de forma distinta. En algunas sociedades, beber alcohol es casi un ritual. En otras, ciertas sustancias forman parte de prácticas religiosas o espirituales. Sin embargo, cuando esas conductas pasan del uso ocasional al uso problemático, y a causar conflictos a nivel interpersonal, laboral, familiar o personal; dejan de ser vistas como simples costumbres y comienzan a generar rechazo social, llevar al aislamiento, a la generación de pensamientos negativos y sentimientos abrumadores, abriendo puertas a probar otras sustancias y a perpetuar el ciclo.

Esto genera una paradoja: por un lado, se celebra o tolera el consumo; por otro, se estigmatiza a quienes no pueden controlarlo.

La adicción: es una enfermedad, no un defecto moral

La ciencia ha demostrado que la adicción es una enfermedad crónica del cerebro. El consumo repetido altera los circuitos de recompensa, memoria y autocontrol. No se trata de “falta de voluntad” o “poca disciplina”, sino de cambios neurobiológicos adquiridos con el uso reiterado de la sustancia, que hacen que la persona busque compulsivamente la misma o repita la conducta.

¿Por qué es importante este cambio de mirada?

  • Porque llamarlo “vicio” refuerza el estigma, como si fuera solo una falla moral.
  • Porque entenderlo como enfermedad permite brindar ayuda médica, psicológica y social.
  • Porque abre la puerta a la empatía: la persona que sufre una adicción necesita apoyo, no juicio ni críticas.

Como conclusión:

Ya podemos ver que los llamados supuestos “vicios” no son simples malos hábitos. Son comportamientos que, cuando se convierten en adicción, representan una enfermedad seria, que puede llegar a ser grave y que requiere atención y tratamiento por un equipo médico especializado. Cambiar la manera en que hablamos y pensamos sobre eso (de “vicio” a adicción) es el primer paso para dejar atrás prejuicios y acercarnos a una comprensión más humana y compasiva.

 

Dra. Tuñon/Chow

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